Los Hércules

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Artikel-Nr:
9788498975376
Veröffentl:
2010
Seiten:
20
Autor:
Angel Saavedra. Duque de Rivas
Serie:
Narrativa
eBook Typ:
EPUB
eBook Format:
Reflowable
Kopierschutz:
Adobe DRM [Hard-DRM]
Sprache:
Spanisch
Beschreibung:

Los Hercules. Angel Saavedra. Duque de RivasFragmento de la obraLos HrculesDentro de los muros de Sevilla, y en medio de uno de sus barrios, tres anchas, largas y paralelas calles de rboles gigantescos y antiguos, delante de los cuales corre por un lado y otro un asiento de piedra, forman el antiguo, magnfico y casi olvidado paseo que se llama la Alameda Vieja. Seis fuentes de mrmol, pequeas, pero de gracioso y sencillo gusto, brindan en ella con el agua ms deliciosa de la ciudad, y le sirve de entrada un monumento de la antigua Hispalis y de la romana dominacin. Frmanlo dos gigantescas columnas antiqusimas, llamadas vulgarmente los Hrcules, compuestas de dos caas o afustes, de un solo pedazo de granito cada una, que, estribando en bases ticas, tambin antiguas, sobre pedestales modernos de muy buena proporcin, se ven coronados con sendos capiteles de mrmol blanco, mutilados por el curso de los siglos, de orden corintio, y de gran mrito, sobre los que se alzan: en uno, la estatua de Hrcules; en otro, la de Julio Csar. La altura y gallarda de estas columnas, a quien el tiempo ha robado parte de su robustez, descarnando con desigualdad su superficie y dndoles ms delgadez y esbelteza; la majestad con que descuellan sobre el gigantesco arbolado y sobre los edificios de la redonda; la gracia y novedad con que dibujan su parte inferior sobre masas de verdura y ramaje, y la superior, sobre el azul puro del cielo de Andaluca; lo vago de sus contornos, y el color indeciso y misterioso de la edad, les da una apariencia fantstica e indefinible, que causa sensacin profunda en los ojos y en el corazn de quien las mira y contempla. Por cierto, no tienen tal virtud las dos hermanas raquticas que quiso darles el siglo pasado en las ridculas columnillas, de ocho pedazos cada una, que en la parte opuesta de la Alameda, como si dijramos a su salida, se colocaron. Qu diferencia! Aqullas son las canillas de un Titn; stas, un juguetillo de alcorza.
Los Hércules. Ángel Saavedra. Duque de RivasFragmento de la obraLos HérculesDentro de los muros de Sevilla, y en medio de uno de sus barrios, tres anchas, largas y paralelas calles de árboles gigantescos y antiguos, delante de los cuales corre por un lado y otro un asiento de piedra, forman el antiguo, magnífico y casi olvidado paseo que se llama la Alameda Vieja. Seis fuentes de mármol, pequeñas, pero de gracioso y sencillo gusto, brindan en ella con el agua más deliciosa de la ciudad, y le sirve de entrada un monumento de la antigua Hispalis y de la romana dominación. Fórmanlo dos gigantescas columnas antiquísimas, llamadas vulgarmente los Hércules, compuestas de dos cañas o afustes, de un solo pedazo de granito cada una, que, estribando en bases áticas, también antiguas, sobre pedestales modernos de muy buena proporción, se ven coronados con sendos capiteles de mármol blanco, mutilados por el curso de los siglos, de orden corintio, y de gran mérito, sobre los que se alzan: en uno, la estatua de Hércules; en otro, la de Julio César. La altura y gallardía de estas columnas, a quien el tiempo ha robado parte de su robustez, descarnando con desigualdad su superficie y dándoles más delgadez y esbelteza; la majestad con que descuellan sobre el gigantesco arbolado y sobre los edificios de la redonda; la gracia y novedad con que dibujan su parte inferior sobre masas de verdura y ramaje, y la superior, sobre el azul puro del cielo de Andalucía; lo vago de sus contornos, y el color indeciso y misterioso de la edad, les da una apariencia fantástica e indefinible, que causa sensación profunda en los ojos y en el corazón de quien las mira y contempla. Por cierto, no tienen tal virtud las dos hermanas raquíticas que quiso darles el siglo pasado en las ridículas columnillas, de ocho pedazos cada una, que en la parte opuesta de la Alameda, como si dijéramos a su salida, se colocaron. ¡Qué diferencia!… Aquéllas son las canillas de un Titán; éstas, un juguetillo de alcorza.

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