El libro de las despedidas

El libro de las despedidas
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12,99 €*

Artikel-Nr:
9788418838859
Veröffentl:
2023
Seiten:
208
Autor:
Velibor Colic
eBook Typ:
EPUB
eBook Format:
Reflowable
Kopierschutz:
Adobe DRM [Hard-DRM]
Sprache:
Spanisch
Beschreibung:

Me llamo Velibor Colic, soy refugiado politico y escritor. Soy poliglota. Escribo en dos lenguas: frances y croata. Pero ahora me parece que tengo acento incluso al escribir. Mi frontera es la lengua; mi exilio, el acento. Llevo veintiseis anos viviendo mi acento en Francia. Toda una vida, de hecho. Y me siento bien, tan bien que con frecuencia me sorprendo pensando: anda, si soy frances. En 2008 lleg la crisis financiera y con ella volvi a aparecer el miedo a los extranjeros. Empezaron a decirme que no era francs. Desde entonces, me adapto como puedo a esa mirada que arrojan sobre m y vigilo las Bolsas del mundo entero. Nada ocurre por primera vez, todo es una terrible repeticin. As pues, vivo, miro y anoto. Mi apellido suena a excusa. Mi nombre, tambin. Soy aptrida. Soy refugiado poltico. S hablar. Tambin s cantar, cuando quiero: Georges Brassens y Adamo, "e;Tombe la neige"e;. Mi nuevo pas ha envejecido conmigo; ahora me resulta cmodo, como unos zapatos del ao pasado. Estoy igual que casi todo el mundo: asustado por la violencia cometida en nombre de Dios, perdido ante el triste Mediterrneo, convertido en un cementerio azul, en ocasiones enternecido por la humanidad. Mi universo mental est formado de seales y de gestos: aprender y olvidar a la vez. Primero aprender; luego olvidar. Por separado. El exilio es bipolar. El exilio es tambin una balanza. Medir el peso metafsico de lo ganado y lo perdido. Comparar sin interrupcin. Inventarse al mismo tiempo un pasado y un porvenir. Cambiar la ciudadana por un estatus. "e;Pues ya est, joven, ya tiene su estatus!"e;, me dijo la seora de la Oficina Francesa de Proteccin de Refugiados y Aptridas. Y todo ello con una voz clara y un rostro abierto y sonriente. Como si me estuviera anunciando que iba a ser padre. Tambin es necesario dosificar y analizar bien la diferencia entre las palabras pas y patria. Entre la lengua de la infancia y la del exilio. Comprender bien, y manejar lo mejor posible, nuestras emociones clandestinas. No es de extraar que mi primer cambio afectara a la lengua. En efecto, un refugiado no habla, sino que vive una lengua. La alegra de salvar la vida rpidamente se sustituye por el miedo. Dnde estoy? Analfabeto y sin voz, pobre y sin papeles, la lengua fue el primer escaln en mi bsqueda de la verticalidad del hombre en pie. Al principio, contaba probablemente con una pequea ventaja. La de ser un extranjero europeo, invisible. La de ser extranjero slo por mi incapacidad de hablar la bella lengua francesa. Reducido, aniquilado, devuelto al analfabetismo. Y era terrible. A un hombre que nunca dice nada, que no sabe nada y que por aadidura es pobre se lo toma siempre por idiota. Una sombra.
«Me llamo Velibor Čolić, soy refugiado político y escritor. Soy políglota. Escribo en dos lenguas: francés y croata. Pero ahora me parece que tengo acento incluso al escribir. Mi frontera es la lengua; mi exilio, el acento. Llevo veintiséis años viviendo mi acento en Francia. Toda una vida, de hecho. Y me siento bien, tan bien que con frecuencia me sorprendo pensando: anda, si soy francés.En 2008 llegó la crisis financiera y con ella volvió a aparecer el miedo a los extranjeros. Empezaron a decirme que no era francés. Desde entonces, me adapto como puedo a esa mirada que arrojan sobre mí y vigilo las Bolsas del mundo entero. Nada ocurre por primera vez, todo es una terrible repetición. Así pues, vivo, miro y anoto. Mi apellido suena a excusa. Mi nombre, también. Soy apátrida. Soy refugiado político. Sé hablar. También sé cantar, cuando quiero: Georges Brassens y Adamo, "Tombe la neige". Mi nuevo país ha envejecido conmigo; ahora me resulta cómodo, como unos zapatos del año pasado. Estoy igual que casi todo el mundo: asustado por la violencia cometida en nombre de Dios, perdido ante el triste Mediterráneo, convertido en un cementerio azul, en ocasiones enternecido por la humanidad.Mi universo mental está formado de señales y de gestos: aprender y olvidar a la vez. Primero aprender; luego olvidar. Por separado. El exilio es bipolar. El exilio es también una balanza. Medir el peso metafísico de lo ganado y lo perdido. Comparar sin interrupción. Inventarse al mismo tiempo un pasado y un porvenir. Cambiar la ciudadanía por un estatus. "¡Pues ya está, joven, ya tiene su estatus!", me dijo la señora de la Oficina Francesa de Protección de Refugiados y Apátridas. Y todo ello con una voz clara y un rostro abierto y sonriente. Como si me estuviera anunciando que iba a ser padre. También es necesario dosificar y analizar bien la diferencia entre las palabras país y patria. Entre la lengua de la infancia y la del exilio. Comprender bien, y manejar lo mejor posible, nuestras emociones clandestinas. No es de extrañar que mi primer cambio afectara a la lengua. En efecto, un refugiado no habla, sino que vive una lengua. La alegría de salvar la vida rápidamente se sustituye por el miedo. ¿Dónde estoy? Analfabeto y sin voz, pobre y sin papeles, la lengua fue el primer escalón en mi búsqueda de la verticalidad del hombre en pie. Al principio, contaba probablemente con una pequeña ventaja. La de ser un extranjero europeo, invisible. La de ser extranjero sólo por mi incapacidad de hablar la bella lengua francesa. Reducido, aniquilado, devuelto al analfabetismo. Y era terrible. A un hombre que nunca dice nada, que no sabe nada y que por añadidura es pobre se lo toma siempre por idiota. Una sombra.»

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